Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética, la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese. Cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños. Parecía, con esto y los cabellos largos y la sotana y el bonetón, teatino lanudo. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.
1. Localización
1. Localización
El texto comentado forma parte del tercer capítulo de la novela de Quevedo Historia de la vida del Buscón llamado Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños, conocida como El Buscón.
Francisco de Quevedo (1580-1645) es uno de los escritores más representativos de la literatura barroca española, autor de un amplio repertorio de poesía y ensayos.
El buscón es su única novela. Fue publicada por primera vez en 1626, pero el autor se basó en los manuscritos que había escrito en su juventud, a principios de siglo. Responde a las características del género de la novela picaresca, ya que narra, a modo de falsa autobiografía, las desventuras y fechorías de un pícaro, según la estructura que popularizó el Lazarillo de Tormes.
El fragmento comentado forma parte del tercer capítulo de la novela. En este capítulo, Pablos es el criado de un chico, Diego Coronel, que ha sido puesto por su padre bajo el pupilaje del licenciado Cabra. El fragmento corresponde a la descripción de este personaje, el dómine Cabra, un clérigo extremadamente avaro, que mata de hambre a Coronel y al protagonista.
2. Clasificación y funciones
Se trata de un texto narrativo en el que predomina la función referencial, ya que corresponde a la descripción que el protagonista hace del clérigo.
3. Propósito, punto de vista y tema central
El propósito del autor al escribir este fragmento es introducir, a través de una cadena de hipérboles, a un personaje caracterizado por su mezquindad. El punto de vista es el del protagonista, que nos da su visión del licenciado. El tema central es, pues, el de la miseria que caracteriza esta persona y que es descrita en sus diversas facetas.
4. Estructura interna
La estructura está vertebrada en torno al tema central. Desde la primera frase ya se nos describe a Cabra como un avaro (“largo sólo en el talle”); luego va añadiendo características, reportándolas siempre a la idea de tacañería y, finalmente, culmina la descripción con dos compuestos de creación propia para llevar el retrato a su máximo grado de expresividad: “él era archipobre y protomiseria”.
5. Contenido cultural, ideológico y científico
El buscón se inscribe en el género de la novela picaresca, que nace en el siglo XVI en una España caracteriza por la decadencia y miseria económica. Esta situación llevó a muchas personas al desengaño cínico, cosa que explicó el éxito de este tipo de novelas. Asimismo se considera que también influyó en el nacimiento de la picaresca el pensamiento de Erasmo y sus propuestas de renovación espiritual y religiosa, lo que puede indicar una voluntad de regeneración de la sociedad.
Son constantes de este tipo de novelas la crítica y caricaturización de los clérigos, de lo que es un buen ejemplo el texto que analizamos.
Pero, al margen de la adscripción a las características típicas del género, el fragmento comentado contiene características ideológicas propias del autor. Hombre de elevado estatus económico, Quevedo centra su caricaturización en ridiculizar la tacañería: sin duda el escritor no tenía necesidad de ahorrar, por lo que debían parecerle de lo más divertido los esfuerzos de los demás por hacerlo.
6. Estructura externa
El fragmento forma parte de un único párrafo, en el que el autor juega con la puntuación para dar un ritmo dinámico a la descripción. Primero nos encontramos con una larguísima frase —hay que llegar a la línea 11 para encontrar el primer punto— que es una enumeración de características físicas del personaje, separadas por signos de punto y coma. Luego las frases devienen más breves y utiliza los puntos para marcar el énfasis.
7. Nivel morfológico
A pesar de que a lo largo del siglo XVI aún se estaba completando la transición del sistema fonológico medieval al moderno, la ortografía que observamos en este fragmento ya es muy similar a la del castellano actual.
Por lo que a desviaciones de la norma actual se refiere, observamos la utilización del artículo “la” delante de “habla”, ya que todavía no se había generalizado la sustitución del artículo definido singular “la” por “el” cuando precede inmediatamente a nombres femeninos que comienzan por /a/ tónica.
Por otro lado, encontramos múltiples vacilaciones preposicionales, aunque esto ya es más difícil clasificarlo como cambio lingüístico o como originalidad de Quevedo:
- “(las barbas) amenazaba a comérselas” (l. 7) en lugar de “con comérselas”.
- “(las barbas) descoloridas de miedo de la boca vecina” (l. 6) en lugar de “a la boca vecina”.
- “la (nuez del gaznate) se iba a buscar de comer forzada de la necesidad” (l. 10) en lugar de “por la necesidad”.
8. Nivel morfosintáctico
El texto presenta una sintaxis compleja, con abundancia de oraciones subordinadas y largas enumeraciones (como la que ocupa las 11 primeras líneas del texto).
Además, encontramos todo tipo de elisiones que afectan a los distintos elementos de la frase:
- El Verbo. “Era largo sólo en el talle, tenía una cabeza pequeña” (l. 1) entre muchos otros ejemplos.
- El adverbio. “Los ojos tan avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos” (l. 3).
- Del relativo (“Los dientes, de los que le faltaban no sé cuántos” (l. 8).
- Del artículo. “Parecía un tenedor o un compás” (l. 12).
Todos estos elementos hacen el texto más rebuscado y difícil de entender, si bien las elisiones más complejas no son las que afectan a los elementos de la frase sino las conceptuales.
9. Nivel léxico-semántico
Es en el nivel léxico-semántico en el que más destaca el virtuosismo de Quevedo. La técnica conceptista se expresa a través de:
- Hipérboles. Es un recurso que aparece constantemente: “(los ojos) tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes” (l. 3), “cada zapato podía ser la tumba de un filisteo” (l. 23).
- Personificaciones. “Las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina”, “(los dientes) holgazanes y vagabundos”.
- Comparaciones. “El gaznate largo como de avestruz” (l. 9), “las manos como un manojo de sarmientos” (l. 11).
- Silepsis o dilogía: “largo sólo en el talle” (l. 1) jugando con el doble sentido de “alto” y de “generoso”.
- Juegos de palabras: “la nariz, entre Roma y Francia” (l. 5) en la que convierte el adjetivo “roma” en la capital de Italia para ponerlo al lado del “mal francés” que evoca con “Francia”.
- Acuñación de nuevos vocablos: “archipobre y protomiseria” (l. 26).
Entre muchos otros.
10. Valoración global
El fragmento analizado corresponde a uno de los pasajes más famosos de El buscón, ya que constituye un ejemplo destacado del estilo conceptista que caracteriza la obra de Quevedo, por su alta concentración de figuras literarias.